Los solsticios (del latín solstitium (sol sistere), que significa ‘Sol quieto’) son los momentos del año en los que el Sol alcanza su mayor o menor altura aparente en el cielo, y la duración del día o de la noche son las máximas del año, respectivamente.

En el solsticio de invierno el Sol alcanza su altura mínima al mediodía sobre el trópico de Capricornio y se corresponde con el día más corto del año, marcando el paso del Otoño al Invierno. A partir de esta fecha (siempre entre el 20 y el 23 de junio) los días comienzan a alargarse.

A lo largo del año la posición del Sol vista desde la Tierra se mueve hacia el Norte y hacia el Sur y la existencia de los solsticios está provocada por la inclinación del eje de la Tierra sobre el plano de su órbita.

En el solsticio de invierno la duración del día y la altitud del Sol al mediodía son mínimas comparadas con cualquier otro día del año

En la mayoría de las culturas antiguas del hemisferio sur se celebraban festivales conmemorativos de los solsticios que aún hoy se viven de manera tradicional: en Perú, por ejemplo, se celebra el Inti Raymi, una ceremonia inca que rinde homenaje al dios Sol y que coincide con la noche más larga del año. De hecho, en Machu Picchu aún hay una gran columna de piedra llamada Intihuatana, que significa “picota del Sol” que, literalmente quiere decir, “para atar al Sol”.

Los chilenos y los argentinos se reúnen en la fiesta de origen mapuche We Tripantu, que celebra el Año Nuevo del Hemisferio Sur, el momento en que la Tierra se prepara para recibir las siembras; mientras que en Bolivia, miles de personas se reúnen en el templo Kalasasaya de Tiahuanaco para festejar el Willka Kuti, que en aimara significa “la vuelta del sol” y es el inicio del año en la cultura aimara.

La celebración de la Maruaroa o Takurua es considerada por los maoríes de Nueva Zelanda como la mitad de la temporada de invierno y se celebra entre el 20 y el 23 de junio. Y pasado el solsticio, la tradición europea de los conquistadores españoles también ha llegado a América, que celebra en muchos lugares la noche de San Juan asociada al solsticio de invierno y también con grandes hogueras.

En México el solsticio de Invierno, se relaciona directamente con el nacimiento del nuevo sol y el nacimiento del niño Mexi Huitzilopochtli, deidad mexica que es perteneciente al rumbo del sur y representa la esperanza del nacimiento del nuevo sol, sol de despertar colectivo de conciencia. En Europa, ante la llegada de los solsticios, desde tiempos prerromanos, se han realizado diversas celebraciones y rituales, con hogueras.

Del solsticio de junio se pueden citar las famosas hogueras de la Festividad de San Juan, que tienen lugar en España y en otros países del hemisferio norte, para celebrar el solsticio de verano. Estas provienen de fiestas paganas anteriores al cristianismo, que posteriormente fueron asimiladas por la Iglesia.

En el solsticio de diciembre, en especial en las culturas romana y celta, se festejaba el regreso del Sol. A partir de esta fecha los días empezaban a alargarse. Esto se atribuía a un triunfo del Sol sobre las tinieblas, que se celebraba con fogatas. Posteriormente la Iglesia católica decidió situar en esa misma fecha, el 25 de diciembre, la Natividad de Jesucristo, otorgándole el mismo carácter simbólico de renacer de la esperanza y de la luz en el mundo y corrigiendo así al mismo tiempo el significado de la festividad pagana previa, denominada Sol Invictus. Actualmente no coincide la fecha de la celebración religiosa con el solsticio de invierno debido a los diversos ajustes de calendario realizados.

 

Ya que el Sol es la gran fuente de vida y calor para todos los seres vivos, esta fecha tradicionalmente es considerada el día de máxima energía, el esplendor de la naturaleza. Aún hoy se pueden observar rasgos del solsticio como una fiesta de comunión con la naturaleza en sitios como Stonehenge que están construidos para seguir el curso del Sol. La fecha es también una fiesta de la fertilidad en la que se llevan a cabo celebraciones ligadas a la cosecha, a la fruición de la siembra, tanto en el plano material como espiritual. Se entrelazan con esta fecha la celebración pagana del Midsummer y la Fiesta de San Juan.

Aunque esta fecha se utiliza en ocasiones para realizar meditaciones  también es cierto que los equinoccios y los solsticios son los grandes marcapasos del año, los ejes a través de los cuales se puede sincronizar con los ritmos de la naturaleza y esto fue el sentido que se le dio en las culturas ancestrales. Los beneficios de vivir cerca y en armonía con la naturaleza han sido documentados extensamente, y se deben fundamentalmente a que el ser humano tiene numerosos ciclos biológicos que están ligados a la luz del sol. De aquí que para conservar o maximizar la energía y eficientar procesos de agricultura sea oportuno ligar los ciclos de sueño y exposición a la luz a los ciclos solares e incluso lunares. Esto es lo que brindan los solsticios, además de una conciencia de la danza de fuerzas, del cambio perenne y una relación de pertenencia entre el ser humano y el cosmos.

El simbolismo del Solsticio es clave. El Sol es el centro de nuestro sistema, fuente de toda la creación y vida en el Universo, el eje alrededor del cual giran los demás aspectos del Cosmos. El Sol es el Astro Rey, por eso sus ciclos y movimientos inspiran el culto y la veneración desde que la vida es vida.
La historia del Sol para todos nosotros se trata de una sola historia, la única historia: la Luz que, desde el espacio, llega a nuestro Planeta Tierra y crea el Tiempo y la Vida. En este sentido, cada Equinoccio  y cada Solsticio son momentos muy importantes porque experimentamos un punto de inflexión en el ciclo de la luz solar. Son los grandes hitos en el movimiento del Sol en relación a la Tierra, y es por eso que alrededor de estas fechas naturalmente se congregan una gran cantidad de celebraciones religiosas, ricas en símbolos y cultos, que nos recuerdan que somos hijos del Gran Creador : el Sol.
La observación del Sol como máximo emblema de la Creación, revela leyes esenciales de la vida. Un tiempo para sembrar, un tiempo para cosechar, un tiempo para reunir, un tiempo para el descanso; tiempos donde había más energía, tiempos donde era menester conservar esta energía. El Tiempo es ritmo  para estar en armonía con el principio del Cosmos, la manifestación del poder de la luz del Sol.

Los Equinoccios y los Solsticios abren ciclos, las 4 estaciones del año, y a la vez son parte de un ciclo mayor de la vida en la Tierra: el viaje de traslación alrededor del Sol (1 año calendario). El Solsticio de Invierno marca el nacimiento de un ciclo de la naturaleza en el cual comienzan a brotar las semillas, cambian el pelaje los animales, y el hombre y la tierra renuevan sus energías y se purifican. A partir del Solsticio de Invierno en nuestro Hemisferio Sur la noche irá disminuyendo diariamente en un minuto, lo que irá haciendo “crecer” el día en la misma proporción, hasta que el 21 de septiembre se produzca el Equinoccio que da paso a la Primavera.